El colapso del PJ como gobierno (por primera vez en la historia argentina)

El título de este artículo puede parecer exagerado. Incluso sensacionalista. Pero no por eso debería sonar fantasía. El Partido Justicialista (PJ) se juega en estos meses su futuro como partido con capacidad de ser competitivo en democracia y ganar elecciones.

Este partido viene poniendo en juego de manera abierta y descarnada su reputación o marca frente a su electorado y ante terceros. Ésta se encuentra fuertemente amenazada producto de su incapacidad de gestionar la grave crisis económica que ha conducido a un virtual colapso de la economía argentina.

Es así que el peronismo, que en el pasado se benefició de su condición de movimiento, debe ahora enfrentar, desde el propio gobierno, una de las crisis económicas y sociales más importantes de la historia argentina.

De más está decir que en este desafío de sacar la economía adelante, todo el peronismo se ve comprometido. La crisis le estaría pegando de frente al movimiento íntegramente. Pero, más allá de la crisis, el mayor problema sería la incapacidad del gobierno y sus aliados de poner en marcha las medidas y las señales que permitan ir dejando atrás este mal trago.

A riesgo de perder en perspectiva y pasar por alto el carácter novedoso de este evento extraordinario, es necesario hacer un poco de historia. Habiéndose presentado a lo largo de la historia con diferentes caras en representación de diferentes sectores y signos políticos, siempre lo ha hecho con el traje de bombero:

-Esto fue así, por ejemplo, en el año 1973 con el aclamado regreso de su líder fundador, el general Juan Domingo Perón, desde su exilio en Madrid. El apoyo a Perón para la misión de rescatar a la Argentina del caos fue casi unánime.

-Así también ocurrió en 1989 con la llegada anticipada del caudillo Carlos Saúl Menem a la presidencia. La hiperinflación y los intentos de una parte de las Fuerzas Armadas por hacerse con el poder precipitaron la salida anticipada del presidente Raúl Alfonsín

-Más aún en 2002, cuando asume el Dr. Eduardo Duhalde la presidencia luego de la crisis argentina de 2001. La renuncia del Dr. Fernando de la Rúa al cargo de presidente fue incentivada y luego aceptada por el Congreso, que procedió a elegir al histórico dirigente peronista en medio de saqueos y descontrol en las calles

-En 2019, Alberto Ángel Fernández, como abanderado de una heterogénea coalición de partidos, prometió dejar atrás el mal trago de la presidencia de Mauricio Macri (2015-2019). Prometió sin ambages recuperar el consumo para reactivar la economía (**).

No obstante, y a pesar de ello, el gobierno nacional es hoy uno de los grandes responsables del colapso económico, por no hablar de su responsabilidad en la grave crisis social y sanitaria que sufre el país. Para el peronismo esto es algo inédito. Algo por lo que nunca ha transitado.

Para entender esto mejor, es necesario señalar que el PJ se ha caracterizado históricamente por contar con dos cualidades o fortalezas: su capacidad para garantizar la gobernabilidad mientras es gobierno y su competencia en materia económica. Ambos rasgos están en riesgo de desaparecer. 

Con respecto a la gobernabilidad, no queda claro si el gobierno de Alberto Fernández es capaz de asegurar la gobernabilidad en caso de que la crisis económica y social continúe, o incluso, se agrave. Es bueno mencionar que la actual crisis tiene su origen, en parte, en una crisis de confianza y de las instituciones. La pandemia y las políticas tomadas para contenerla no han hecho más que agravar (en grado muy elevado) el estado de nuestra economía y la penuria social de los argentinos.

Las instituciones en Argentina han sido históricamente débiles y el gobierno de Alberto Fernández agudiza este problema de base al tomar medidas que profundizan la crisis.

Un ejemplo claro es el reforzamiento del cepo cambiario a pocos meses de haber iniciado su gestión: el principio de escasez que influye en la conducta humana nos enseña que cuando las autoridades monetarias limitan arbitrariamente la oferta de un bien (en este caso, el dólar), la demanda de ese bien aumenta y su precio también. Esta vez no fue la excepción.

En relación a su competencia en materia económica, se puede decir que los gobiernos peronistas habían gozado hasta el momento de cierta reputación de hacer crecer la economía en el corto plazo. Esta reputación no era producto de un mito, sino un reflejo parcial de la realidad: entre 1991 y 1994, la economía argentina creció algo más de un 8% anual promedio. Entre 2003 y 2011, período que se dio a conocer como del “boom de las materias primas y los alimentos”, lo hizo en casi un 6,5% anual promedio (***).

Este crecimiento económico permitió la creación de millones de puestos de trabajo y una reducción sustancial de la pobreza. Además, el peronismo estuvo históricamente asociado a reformas sociales de trascendencia que le permitieron a sectores de clase media-baja progresar y adquirir nuevos derechos laborales.

Ahora bien, estas creencias están siendo cuestionadas ante la incapacidad de las autoridades de turno para hacer frente a la crisis económica. Sin una economía que crezca y sin generación de riqueza, tampoco es posible redistribuir recursos.

El último gobierno peronista había mostrado ya resultados bastante desalentadores debiendo enfrentar una fuerte desaceleración en el crecimiento de la economía, altas tasas de inflación y pérdida de puestos de trabajo en el sector privado (****).

Si bien se espera que la economía crezca en este nuevo año, eso no significaría más que un pequeño rebote que no logra compensar, de manera alguna, el colapso económico sufrido en 2020.

El peronismo, a imagen y semejanza del radicalismo

La política del siglo XX estuvo dominada en la Argentina por la presencia de dos partidos: el Partido Justicialista o peronismo y la Unión Cívica Radical o radicalismo. A esta constelación de partidos se le sumaba un tercer actor, el militar (****)

Mientras que los militares desaparecieron de la escena en 1983 luego de la derrota en la Guerra de Malvinas, el radicalismo continuó siendo competitivo en elecciones nacionales hasta 2002, momento en que sufre un profundo y prolongado declive electoral donde pierde gran parte de su caudal electoral.

El argumento de este artículo es que al peronismo le podría estar pasando algo parecido al radicalismo: la pérdida de votos como consecuencia de un daño en su marca y reputación. Aunque haya diferencias notables entre ambos partidos, un desempeño económico muy pobre durante períodos de tiempo muy prolongados podría sumir al peronismo en una crisis interna de la cual no pueda recuperarse tan fácilmente.

Al igual que el peronismo, el radicalismo también gozó de presidentes con reputación de hacer crecer la economía y gestionar eficazmente: tal fue el caso de Arturo Frondizi (1958-1962) y Arturo Illia (1963-1966), por no hablar del primero gobierno de Hipólito Irigoyen (1916-1922) o del de Marcelo Torcuato de Alvear (1922-1928). Pero los ciudadanos, además de tener memoria, viven y actúan en el presente.

La conclusión es que lo que hoy las encuestas están mostrando (un declive en el apoyo a la gestión de gobierno) podría traducirse en una pérdida de apoyo estructural al principal movimiento político que tiene hoy la Argentina: el peronismo*****. Nuevas y variopintas formas de representación ciudadana podrían estar reformulándose al calor de estos nuevos tiempos.  

*Si bien es cierto que en 1975 al peronismo le tocaron vivir tiempos complicados, también es cierto que este movimiento de masas hizo lo posible para despegarse de los protagonistas principales de aquella crisis (condensada en lo que se llamó El Rodrigazo). Y no solo que lo intentó, sino que también tuvo éxito. En los años 80, el partido entró en un período de renovación que traería sus frutos más tarde

**https://www.clarin.com/politica/primer-ano-gestion-alberto-fernandez-cumplio-3-20-promesas-campana-chequeadas_0_760GhmwUO.html

***https://datosmacro.expansion.com/pib/argentina#:~:text=El%20producto%20interior%20bruto%20de,que%20fue%20del%20%2D16%25

****El segundo gobierno de Cristina Fernández entre 2011 y 2015

*****Mientras que los dos primeros estaban destinados a gobernar, el tercero intervenía periódicamente para reestablecer la “normalidad democrática”. A partir de la década del ´60, este tercer actor comienza a ejercer un rol diferente, no ya destinado a intervenir periódicamente para objetivos puntuales y limitados en el tiempo, sino para gobernar y erradicar los problemas estructurales de manera definitiva

 ******Un reciente estudio de la Universidad de San Andrés testimonia la pérdida de apoyo a la gestión de gobierno: https://www.lanacion.com.ar/politica/segun-encuesta-76-se-encuentra-insatisfecho-situacion-nid2560423

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