El Frente de todos, ante la difícil tarea de dar vuelta la elección

La campaña electoral de cara a las elecciones generales ha llegado a su fin. Los candidatos a entrar al Congreso esperan mejorar la performance obtenida en las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias del pasado 12 de septiembre, elecciones que, más allá de ser, como su nombre lo indica, internas partidarias, son también un termómetro de las tendencias y preferencias más generales en el electorado (*). 

Es así que, Juntos por el Cambio, busca este domingo consolidar la tendencia electoral registrada el pasado 12 de septiembre, mientras que el peronismo comandado por Alberto Fernández y Cristina Fernández pretende revertir la mala performance cosechada.

Mi análisis en este artículo, no obstante, defiende la idea de que los resultados de septiembre son, en cierta manera, la consecuencia de un proceso político de mediana y larga data, no el producto de factores más inmediatos o cercanos, como el diseño de la campaña electoral, la vacunación o, incluso, la conjunción de actos de corrupción en el seno del gobierno.

De allí que, para el Frente de Todos, revertir los malos resultados no resulte una tarea tan fácil: dos meses no parece ser tiempo suficiente, a menos que se conjuguen factores de diferente tipo, lo que no parece ser lo más probable. Esto no quiere decir, de todas maneras, que, en ciertos distritos tomados individualmente, la fuerza de gobierno no pueda alzarse con la victoria donde anteriormente perdió. Esto último resulta mucho más factible que lo primero. 

De hecho, acá desarrollo la idea contraria: el escenario más probable es que la oposición logre a escala nacional un triunfo aún mayor. Las razones:

1)Los conflictos y divisiones dentro del oficialismo son la razón principal para sostener que la oposición logrará consolidar e incluso ampliar los resultados de septiembre. Los ciudadanos detestan ver a los políticos pelearse por cuestiones que en nada se relacionan con sus problemas e intereses. La idea de la vicepresidente de exponer sus diferencias en público podría costarle muy caro al Frente de Todos, que no ha podido acotar los daños generados por semejante acto y no ha presentado hasta el momento un protocolo de gestión de crisis que le permita salir airoso de este gran escándalo político y mediático

2)Derivado de lo anterior, estamos asistiendo en este momento a un proceso de redistribución del poder político dentro de la coalición de gobierno, donde la vicepresidente y sus aliados han ganado influencia por sobre el presidente y su círculo más cercano. Esta situación anticipa bloqueos mutuos y una virtual parálisis de gobierno.

Si hasta septiembre de este año el presidente había podido organizar su gabinete de manera más o menos autónoma (muchos de sus ex ministros no tenían un vínculo estrecho con los sectores más radicales dentro de la coalición), recientemente la vicepresidente y su equipo han apuntalado el arribo de figuras más alineadas con sus preferencias y gustos personales. 

Alberto Fernández es acusado de la mala gestión de la pandemia y de la economía y la consecuencia es que ha perdido poder dentro de la coalición. Esta mayor fragmentación del poder, donde un conflicto abierto entre sus integrantes se mantiene latente, es percibida muy negativamente por la ciudadanía que no duda en manifestar su desacuerdo

3)El nuevo gabinete del presidente no es visto con buenos ojos por muchos ciudadanos. Así lo reflejan varias encuestas de opinión pública. Si el gobierno buscaba oxigenar la gestión, el efecto ha sido el contrario: desde la asunción de figuras como Juan Manzur o Aníbal Fernández se multiplican las voces que señalan su disconformidad con estos cambios. Es posible afirmar que hasta dentro del propio oficialismo existe malestar con estas designaciones. Especialmente sensibles a estos cambios son los votantes representativos del electorado independiente que votaron por el gobierno en las primarias 

3)La oposición se ha podido unir en torno a liderazgos ya existentes, dejando de lado enfrentamientos previos. Se sabe que las PASO habían motivado la presentación por parte de Juntos por el Cambio de múltiples precandidaturas que, si bien fueron un hecho sumamente positivo como mecanismo para aumentar la representación en diferentes distritos, también habían generado divisiones dentro de la propia fuerza. Siendo el grado de retención del voto con respecto a las PASO materia de verificación empírica, una mayor unidad permitiría darle a la coalición una mayor coherencia y consistencia en sus planes y objetivos, lo cual podría redundar en mejores resultados electorales 

4)La reciente disparada del dólar: hace presagiar un futuro más sombrío tras la contienda electoral. Diversos críticos ya habían señalado hace mucho tiempo las inconsistencias y dificultades de la economía y las finanzas del país. El aumento del precio del dólar no hace más que ratificar esos análisis y anticipar mayores problemas tras las elecciones, ya que el gobierno había logrado, con “alambres” y sin un proyecto y plan consistentes, contener con cierto éxito esta variable clave de la economía argentina. 

5)Si bien dista de ser lo más importante, el foco del oficialismo en una “campaña del sí” es poco oportuna (por no decir equivocada). Luego de haber “naufragado” en las elecciones de septiembre, la “campaña del sí” aporta poco valor agregado a una estrategia electoral que había estado muy centrada en la idea de vacunar para poder “salir” de la difícil situación económica, social y sanitaria que atravesaba la Argentina. Es decir, no se avizora ninguna continuidad, coherencia ni oportunidad que justifiquen embarcarse en semejante campaña, que, dicho sea de paso, introduce mensajes engañosos y qué están fuera de la realidad (**).

En síntesis, se puede afirmar, por los argumentos ya expuestos, que el oficialismo llega debilitado a las elecciones de este fin de semana. Sin ánimo de hacer futurología, sino basándome en hechos como los narrados, me animo personalmente a decir que se encuentra en peores condiciones que dos meses atrás, ya que han aflorado en el interín algunos problemas que anteriormente no existían o no eran percibidos por la ciudadanía.

Me refiero fundamentalmente a las disputas, “pases de factura” y divisiones dentro de la coalición de gobierno, que han abierto una brecha entre quienes apoyan al presidente y quienes están con la vicepresidente. Estas divisiones tienen una dinámica imprevisible, y una nueva derrota del oficialismo en los distritos más importantes del país (y en otros donde esperaba ganar ampliamente) podría desencadenar una potencial fractura de consecuencias económicas, sociales y políticas difíciles también de prever. 

En todo caso, a partir del domingo a la noche sabremos con más precisión cuál es el estado de la opinión pública con relación a su apoyo al gobierno y cuáles son las respuestas que la coalición está en condiciones de ofrecer de aquí en adelante. 

*En Argentina, las primarias no suelen funcionar como tales, ni para los ciudadanos ni para los medios de comunicación más importantes. La prueba más contundente es la forma de analizar y presentar los resultados, donde la competencia interna pasaría a un segundo plano, siendo la confrontación entre partidos la mirada predominante

**Por ejemplo: “bajar la inflación” o luchar contra la inseguridad son promesas que no se corresponden con la preocupación histórica del kirchnerismo en resolver estos problemas

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